miércoles, 1 de mayo de 2013

Hipólito en Vancouver

  
Vancouver
   Me viene a la cabeza una plática a los chicos y chicas de segundo de secundaria, de la que me habló un amigo. Muchachos de catorce años. El sacerdote ilustró la enseñanza con un ejemplo, con el deseo de motivar un diálogo fecundo con el alumnado. Y así fue.

   Les habló de Hipólito, un universitario que durante el año iba a Misa a menudo, se confesaba con frecuencia, era el novio perfecto y un estudiante óptimo. Resultó que en verano marchó a Vancouver, y ahí estuvo a punto de echarlo todo a perder. Comenzó a beber y a salir hasta altas horas; dejó de confesarse y de ir a Misa, y cada vez le resultaba más pesado hablar con su novia. A punto estuvieron de romper... 


    Tras exponer el ejemplo, preguntó el sacerdote: ¿Cuándo hizo Hipólito lo que quería?, ¿en invierno o en verano? ¡En verano!, respondió uno de los chicos. Sostenía que durante el invierno actuaba obligado por las circunstancias, y fue finalmente en Canadá cuando pudo hacer lo que le daba la gana. La mayoría de la clase parecía de acuerdo. 

Sin embargo, Abdel Mounsef, un chico marroquí que se sienta siempre en primera fila, alzó la mano. ¡En invierno!, contestó. Perplejidad entre sus compañeros. Pensad que, durante el año, Hipólito hizo lo que amaba, mientras que en Vancouver hizo lo que quería, haciéndose esclavo de lo que le daba la gana hacer. Hipólito era mucho más libre antes de viajar al extranjero que después... 

 Esta es la batalla que Dios nos pide: amar lo bueno y conformar lo que queremos con lo que amamos. El camino no es complejo; consiste en luchar cada día, como decía la Madre Teresa, y en servir leal y sinceramente a nuestro prójimo más cercano: familia, amigos... y a los pobres. Será necesario en esta guerra el empleo de todas nuestras fuerzas y la súplica sincera de la gracia de Dios. Así, conformaremos nuestro querer con nuestro amor. 

Fulgencio Espá, Con Él, 28 de abril

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