viernes, 24 de mayo de 2013

La ametralladora solitaria

Ramón fue llamado a filas durante la guerra civil española siendo aún muy joven. No había más remedio que tomar parte en el enfrentamiento fratricida. En lo alto de la loma, parapetado con sus compañeros tras unos sacos de arena, recibió una orden tajante. Era absolutamente necesario conservar ese puesto, costara lo que costase.

Cayó la noche. Heladora. Extraordinariamente fría. Apostado en la ametralladora, Ramón cumplía órdenes. No dejó de disparar durante horas. No faltaban municiones: cajas enteras flanqueaban la máquina de matar. ¡Ra-ta-ta-ta-ta! ¡Ra-ta-ta-ta-ta! ¡Ra-ta-ta-ta-ta! Horas de un ruido ensordecedor. Tras ese infierno de fuego a discreción, el arma calló por completo. Ya no se oía nada. Ramón esperó unos minutos. Nada se escuchaba. Y él, derrengado por el esfuerzo y exhausto por la tensión, se tumbó en el suelo y durmió.


Amanecía cuando despertó al horror. Jamás lo olvidaría. Frente a él, una alfombra de hombres muertos por el fuego de su arma. De ambos ejércitos. Todos muertos. Todos. También los suyos, sus compañeros. Ni un alma sobrevivió a aquel espectáculo de destrucción. La suya. La única. Solo entonces se dio cuenta de lo que había hecho.

Hasta que murió a la edad de noventa y seis años, Ramón padeció súbitos ataques de pérdida de conciencia. Permanecía con la vista en blanco durante minutos que parecían horas. Por su imaginación y memoria pasaba toda esa historia de espanto acaecida una noche de invierno.

Esa noche es hoy. Quien actúa a ciegas somos tú y yo. La sociedad y la cultura pasan por una noche cerrada. Algunos la llaman crisis, y no es solo económica, sino sobre todo en las costumbres. En muchas ocasiones, se adopta la solución de Ramón, disparando sin cesar mientras el sol está oculto. ¿Exagero?: diversiones sin límite, ausencia de compromiso, infidelidades matrimoniales, vidas que avanzan bajo el único y exclusivo horizonte del consumo, educación permisiva, falta de lucha por la instrucción, intolerancia con el hecho religioso... ¿Te escandaliza esta reata? Es terrible, sí, tan terrible como real.

Un día cualquiera, cada persona que haya vivido desenfrenadamente, cada sociedad que haya habitado en la historia sin tino ni freno, despertará. Suele pasar... Pasa siempre. Y la consecuencia no es muy distinta de la historia de Ramón. Muchos muertos por el pecado. Demasiados. Un panorama espeluznante. Piénsalo un momento: mientras es de noche, ¿no será más razonable estarse quieto?

Fulgencio Espá, Con Ël, mayo 2013, p. 117

Invitación a pararse y a reflexionar. A ser críticos con nosotros mismos. A ser dueños de nosotros mismos. "Templanza es señorío. No todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. Resulta más cómodo dejarse arrastrar por los impulsos que llaman naturales; pero al final de ese camino se encuentra la tristeza, el aislamiento en la propia miseria.

Algunos no desean negar nada al estómago, a los ojos, a las manos; se niegan a escuchar a quien aconseje vivir una vida limpia. La facultad de engendrar -que es una realidad noble, participación en el poder creador de Dios- la utilizan desordenadamente, como un instrumento al servicio del egoísmo.

Pero no me ha gustado nunca hablar de impureza. Yo quiero considerar los frutos de la templanza, quiero ver al hombre verdaderamente hombre, que no está atado a las cosas que brillan sin valor, como las baratijas que recoge la urraca. Ese hombre sabe prescindir de lo que produce daño a su alma, y se da cuenta de que el sacrificio es sólo aparente: porque al vivir así -con sacrificio- se libra de muchas esclavitudes y logra, en lo íntimo de su corazón, saborear todo el amor de Dios.

La vida recobra entonces los matices que la destemplanza difumina; se está en condiciones de preocuparse de los demás, de compartir lo propio con todos, de dedicarse a tareas grandes. La templanza cría al alma sobria, modesta, comprensiva; le facilita un natural recato que es siempre atractivo, porque se nota en la conducta el señorío de la inteligencia. La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay mucha más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica de sí mismo, para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata." (1)

     La libertad va de la mano del dominio de sí y precisa el conocimiento de la verdad. Ya lo dijo Jesús: la verdad os hará libres. Prosigamos en la ardua tarea del conocimiento propio y de la lucha contra la propia debilidad. Los cristianos contamos con la fortaleza que Dios nos concede a través de la oración y de los sacramentos. Principalmente de la penitencia y la eucaristía.


Juan Ramón Domínguez



(1) San Josemaría, Amigos de Dios n. 84

2 comentarios:

  1. Padre gracias por esta excelente reflexion, la compartire con los jovenes. Dios lo bendiga siempre.

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  2. Es urgente enseñar a los jóvenes (y menos jóvenes) el valor de la templanza en todas sus facetas. Sin estos valores fundamentales es imposible progresar en la vida. Que contemplemos todos el ejemplo extraordinario que nos da Jesucristo acerca de ellos. Un cordial saludo

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